viernes, 23 de mayo de 2008

Cuento: Buenos amigos

- Che, gallego, hacé marchar dos cafés, uno cortado.
Los amigos, ambos jubilados, acostumbraban a encontrarse cada mañana en un bar de la calle Florida. Conversaban sobre las novedades del día y disfrutaban de las maravillosas chicas que al caminar movían las caderas y apuraban el paso para no llegar tarde a la oficina.
Jorge trabajó en un diario y Manuel había sido empleado de comercio.
Pasó una hermosa morocha y Jorge, entusiasmado, exclamó:
-¡Si me la llevo a casa voy a tener flor de Nochebuena!
-No seas fanfarrón- replicó Manuel, -,me parece que por ahí abajo no pasa nada hace rato.
-Si tenés dudas preguntale a tu mujer.
-¡Ojo, te estás pasando, no te metás con mi esposa!
Jorge, prudentemente, guardó silencio por unos minutos.
-¡El gobierno cada vez anda peor!- cambió de tema Manuel, -entre los cortes de ruta, el humo que nos asfixia, las inundaciones y los accidentes de tránsito vamos a desaparecer del mapa.
- Vos siempre contrera, ¡no hay político que te venga bien!
-¡A si!, ¿mirá quien habla? Pasaron los conservas, los radicales, los peronistas y vos no cambiaste nunca, siempre fuiste oficialista.
-No es verdad, yo estaba obligado a respetar la política editorial del diario. De arriba bajaban línea y había que conservar el laburo.
Se quedaron un rato pensativos rumiando las respectivas ofensas. Estaban acostumbrados, todas las mañanas se repetían las peleas.
Para amigarse Manuel sugirió: -¿Querés que pidamos un tostado mixto para compartir?
Jorge lo pensó:
-No sé si me da el cuero, ayer, con la patrona hicimos asado y quedé seco. Pero… bueno, dale.
Después de la tregua Jorge comentó:
-¿Te enteraste del aumento para los jubilados?, lo leí en el kiosco, al pasar.
-Aumento, ¿qué aumento?, miseria querrás decir, lo que cobro cada vez me alcanza menos. Acordate del descuento que nos hicieron. Y después nos pagaron con bonos basura. ¡Atorrantes!
-Pará un poco, yo te explico, va a ser un aumento escalonado que…
-¡Estoy cansado de tus explicaciones, maestro ciruela, vos creés que por haber trabajado en el diario te las sabés todas, me tenés harto!
Se produjo una nueva pausa. Los dos apuntaron sus vistas hacia la ventana y evitaron mirarse a la cara.
Pasó un rato y para romper el incómodo silencio Jorge comentó: -Un compañero del diario me regaló dos entradas gratis para ir al cine. ¿Querés que vayamos esta tarde?
–¿A ver qué?
-Lo que te parezca, miremos la cartelera.
Cada vez que veían una película terminaban peleándose, para uno había sido un desperdicio, lenta y aburrida, tipo cine iraní. Para el otro era una joya, profunda, donde se desnudaba el alma humana, estilo Ingmar Bergman.
Desistieron de ir.
Al salir se sumergieron en la corriente humana de la peatonal. Jorge lo invitó a ver libros de oferta en las librerías de Avenida de Mayo pero Manuel le agradeció y le dijo que no. Tenía que ayudar a su esposa a poner las cortinas del dormitorio.
Se despidieron con un abrazo. Jorge se encaminó a las mesas de saldo pero advirtió con fastidio que se había olvidado de llevar sus anteojos de leer. Rumbeó a Plaza de Mayo para dar de comer a las palomas. En el camino sus comisuras se expandieron en una gran sonrisa y pensó: Qué buen amigo es Manuel, que bien nos llevamos, nunca ni un si ni un no.

Guillermo Gerardi

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