sábado, 9 de febrero de 2008

Si me permiten hablar…

“El enemigo principal, ¿cuál es? ¿La dictadura militar? ¿La burguesía boliviana? ¿El imperialismo? No, compañeros. Yo quiero decirles estito: nuestro enemigo principal es el miedo. Lo tenemos adentro”
Testimonio de Domitila, una mujer de las minas de Bolivia

Si me permiten hablar…" demandó Domitila Barrios de Chungara en la Tribuna del Año Internacional de la Mujer, organizada por la ONU y realizada en México en 1975.

Pidió la palabra y no se la dieron, entonces se levantó de su asiento y alegó: "Perdonen ustedes que esta Tribuna la convierta en un mercado. Pero fui mencionada y tengo que defenderme. Miren que he sido invitada a la Tribuna para hablar sobre los derechos de la mujer…" y mientras seguía exponiendo sus ideas, se acercó a ella la presidenta de la delegación mexicana y le dijo: -"Hablaremos de nosotras, señora… Nosotras somos mujeres. Mire, señora, olvídese usted del sufrimiento de su pueblo. Por un momento, olvídese de las masacres. Ya hemos hablado bastante de esto. Ya la hemos escuchado bastante. Hablaremos de nosotras… de usted y de mí… de la mujer, pues". Entonces Domitila, la mujer de las minas de Bolivia le contestó: -"Muy bien, hablaremos de las dos. Pero, si me permite, voy a empezar. Señora, hace una semana que yo la conozco a usted. Cada mañana usted llega con un traje diferente; y sin embargo, yo no. Cada día llega usted pintada y peinada como quien tiene tiempo de pasar en una peluquería bien elegante y puede gastar buena plata en eso; y, sin embargo, yo no. Yo veo que usted tiene cada tarde un chofer en un carro esperándola a la puerta de este local para recogerla a su casa; y, sin embargo, yo no. Y para presentarse aquí como se presenta, estoy segura de que usted vive en una vivienda bien elegante, en un barrio también elegante, ¿no? Y, sin embargo, nosotras las mujeres de los mineros, tenemos solamente una pequeña vivienda prestada y cuando se muere nuestro esposo o se enferma o lo retiran de la empresa, tenemos noventa días para abandonar la vivienda y estamos en la calle. Ahora, señora, dígame; ¿tiene usted algo semejante a mi situación? ¿Tengo yo algo semejante a su situación de usted? Entonces, ¿de qué igualdad vamos a hablar entre nosotras? ¿Si usted y yo no nos parecemos, si usted y yo somos tan diferentes? Nosotras no podemos, en este momento, ser iguales, aun como mujeres, ¿no le parece?…"

En aquel momento, se acercó otra mexicana y le dijo: -"Oiga usted: ¿Qué quiere? Ella aquí es la líder de una delegación de México y tiene la preferencia. Además, nosotras aquí hemos sido muy benevolentes con usted, la hemos escuchado por la radio, por la televisión, por la prensa, en la Tribuna. Yo me he cansado de aplaudirle".

Domitila le respondió: -"Oiga, señora ¿y quién le ha pedido sus aplausos a usted? Si con eso se resolvieran los problemas, manos no tuviera yo para aplaudir y no hubiera venido desde Bolivia a México, dejando a mis hijos, para hablar aquí de nuestros problemas. Guárdese sus aplausos para usted, porque yo he recibido los más hermosos de mi vida y ésos han sido los de las manos callosas de los mineros."

2 comentarios:

Lizette dijo...

Por causas del destino tuve la oportunidad de leer el libro de Domitilia "si me permiten hablar" quiero decir que nunca había sentido tanta vergüenza por la falta de conciencia que tengo hacia el sufrimiento de otros. Una historia realmente sorprendente que ojala mas gente estuviera dispuesta a escuchar.

Guillermo dijo...

Hola Lizette:
Gracias por tu comentario. No debieras avergonzarte por la falta de conciencia ante el sufrimiento. Pensemos en África, Asia , ciertos países de Latinoamérica y el interior de Argentina. ¡Están lejos y uno no se entera! Los medios retacean la información y muchas veces mienten. En mi blog aparece mi dirección de email. Escribime si querés.

Cariños de Guillermo.